PREGUNTAS FRECUENTES
El cáncer de próstata se clasifica en tres etapas principales:
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Localizado: el cáncer está contenido dentro de la próstata.
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Localmente avanzado: el cáncer se ha extendido a estructuras cercanas, como las vesículas seminales, nervios o ganglios próximos.
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Metastásico: el cáncer se ha diseminado a otras partes del cuerpo, como huesos, ganglios alejados, pulmones u otros órganos.
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En sus etapas iniciales, el cáncer de próstata generalmente no presenta síntomas. Por eso, los chequeos regulares son fundamentales para una detección temprana.
Cuando aparecen síntomas, suelen hacerlo en fases más avanzadas y pueden incluir:
Síntomas urinarios (también presentes en otras enfermedades benignas):
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Dificultad para orinar o flujo débil/interrumpido.
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Necesidad de orinar con frecuencia, especialmente por la noche.
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Dolor o ardor al orinar.
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Presencia de sangre en la orina o en el semen.
Síntomas de metástasis (cuando el cáncer se ha diseminado):
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Dolor en los huesos, especialmente en espalda, caderas o pelvis.
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Fatiga y pérdida de peso sin causa aparente.
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Aunque no existe una forma segura de prevenir el cáncer de próstata, llevar un estilo de vida saludable puede ayudar a reducir el riesgo y mejorar tu bienestar general.
quí algunas recomendaciones útiles:
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Alimentación balanceada: prioriza frutas, verduras y alimentos ricos en antioxidantes. Reduce el consumo de grasas animales y lácteos en exceso.
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Ejercicio regular: mantenerse activo ayuda a controlar el peso y puede disminuir el riesgo de varios tipos de cáncer.
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Mantén un peso saludable: la obesidad se ha asociado con mayor riesgo de cáncer de próstata avanzado.
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Evita el tabaco y el exceso de alcohol: ambos aumentan el riesgo de enfermedades, incluido el cáncer.
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Realiza controles médicos periódicos: chequeos regulares y pruebas como el PSA permiten detectar cambios a tiempo.
Estos hábitos no solo pueden reducir el riesgo de cáncer, sino también mejorar tu calidad de vida.
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El tratamiento del cáncer de próstata puede influir en la vida sexual del paciente, dependiendo del tipo de terapia y de la respuesta individual. A continuación, se explican algunos efectos comunes:
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Cirugía (prostatectomía radical): puede afectar los nervios responsables de la erección, provocando disfunción eréctil. Sin embargo, la cirugía robótica busca preservar estos nervios, lo que favorece una mejor recuperación de la función sexual.
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Radioterapia: puede causar rigidez (fibrosis) en los tejidos, lo que puede dificultar las erecciones. Estos efectos suelen ser leves y, en muchos casos, reversibles.
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Terapia hormonal: al disminuir los niveles de testosterona, puede reducir el deseo sexual y la capacidad de lograr una erección.
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Aspectos emocionales: ansiedad, tristeza o cambios en la autoestima también pueden afectar la intimidad.
Durante la consulta, se abordan estas posibles consecuencias y las alternativas disponibles para tratarlas, como medicamentos, rehabilitación sexual o apoyo psicológico.
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Se recomienda que los hombres comiencen controles anuales a partir de los 50 años. Sin embargo, si hay antecedentes familiares de cáncer de próstata, es aconsejable iniciar los controles desde los 40 años.
Los tumores más frecuentes incluyen el adenocarcinoma de próstata, el carcinoma de células renales, el carcinoma urotelial de la vejiga o de la vía urinaria superior, los tumores de células germinales de los testículos y los tumores de la glándula suprarrenal. Otros tumores menos comunes son los sarcomas con compromiso de la vía urinaria, los carcinomas escamosos de la vejiga o la uretra, y los carcinomas del uraco.
Existen múltiples opciones de tratamiento para el cáncer de próstata, que pueden aplicarse de forma individual o combinada, según la etapa de la enfermedad, la expectativa de vida estimada y los síntomas que presenta el paciente.
En los casos de cáncer de próstata localizado, los tratamientos con potencial curativo incluyen la cirugía para extirpar la próstata o la radioterapia, sola o en combinación con hormonoterapia.
En etapas avanzadas, el tratamiento principal es la terapia hormonal (deprivación androgénica), que consiste en el uso de fármacos para reducir la producción de testosterona. Dependiendo de la extensión del cáncer, esta terapia puede complementarse con quimioterapia o radioterapia.
Cuando el tumor provoca una obstrucción significativa de la vía urinaria, puede ser necesaria una resección endoscópica, mediante la cual se crea un túnel que permite la adecuada evacuación de la orina.
El cáncer de próstata es una enfermedad en la que las células de la próstata comienzan a crecer de manera descontrolada, formando tumores malignos. La próstata es una glándula del sistema reproductor masculino que se encuentra debajo de la vejiga y produce parte del líquido que forma el semen.
Actualmente no se conoce una causa única para el cáncer de próstata. Se considera una enfermedad de origen multifactorial, lo que significa que puede desarrollarse por la combinación de varios factores.
Factores de riesgo más importantes:
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Edad: es más frecuente en hombres mayores de 50 años.
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Antecedentes familiares: tener un padre, hermano u otro familiar cercano con cáncer de próstata aumenta el riesgo.
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Factores genéticos: algunas mutaciones en genes como BRCA1 y BRCA2 pueden estar relacionadas con un mayor riesgo.
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Raza: los hombres de raza negra tienen una mayor probabilidad de desarrollar esta enfermedad y, en algunos casos, de que sea más agresiva.
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Estilo de vida: el sobrepeso, la obesidad y una alimentación poco saludable podrían influir en su desarrollo.
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El diagnóstico comienza con la sospecha clínica, que puede surgir por un valor elevado del antígeno prostático específico (PSA), la detección de un nódulo duro en el tacto rectal o la presencia de una zona sospechosa en una resonancia magnética.
Para confirmar el diagnóstico, se realiza una biopsia prostática, en la que se toman pequeñas muestras del tejido para analizarlas al microscopio y determinar si hay células cancerosas.
Es un análisis de sangre que mide los niveles de una proteína producida por la próstata.
Un PSA elevado puede ser una señal de alerta, ya que puede estar relacionado con cáncer de próstata, pero también con otras afecciones como hiperplasia prostática benigna o prostatitis.
Un resultado anormal no significa necesariamente que haya cáncer, por lo que se recomienda consultar con un urólogo para una evaluación completa.